Las Imágenes de la Virgen sevillanas, se suelen cambiar de ropa, adecuada al tiempo litúrgico que viva la Iglesia, cada una por supuesto con sus peculiaridades y tradiciones propias.
Pero no es solo el color lo que cambia en cada fiesta, sino la forma, el estilo, e incluso las joyas o la ausencia de ellas. Son signos que se utilizan para que al fiel le sea más fácil la contemplación y la comprensión de la estampa que se muestra de María. Que nos haga entrar en comunión con el tiempo que vivamos y la festividad que conmemoremos. Es una manera de catequizar al devoto a través de la emoción y, por supuesto, como la misma Iglesia aconseja, a través de la belleza.
Catequizar a través de la belleza
En esta festividad del 2 de noviembre y en este mes tradicionalmente dedicado a orar por nuestros fieles difuntos y “sobre todo ofreciendo el mismo sacrificio de Cristo en la Eucaristía, de modo que todos los que aún después de su muerte necesitasen ser purificados de las fragilidades humanas, puedan ser definitivamente admitidos a la visión de Dios”.
No es una excepción esta festividad en el uso de los signos, por eso se utiliza el negro o el morado en las vestiduras, como en nuestros propios lutos, las joyas más modestas y de tonos apagados, el tocado más lánguido o sencillo, la especial presencia del pañuelo, que para darle visión a ese elemento que representa el dolor de María o el nuestro propio, se pone o más grande de lo habitual, o más llamativo por su tono o bordado, en definitiva con algo que lo haga peculiar y visible para que el fiel se fije especialmente en su significación.
En este contexto se presenta María Santísima de las Angustias en la conmemoración de los Fieles difuntos, y para ello usamos los “signos” que lo hacen más evidente.
Viste su juego de terciopelo negro bordado en oro por Fernández y Enríquez en 2002 con inspiración decimonónica. El tocado es un precioso tejido antiguo de Nipis Filipino, que es una fibra sacada de la Piña, de un tono precioso y bordado exquisitamente con una guirnalda de rosas en colores ocres y ámbar.
De estos mismos tonos son los dos rosarios que porta, para destacar esta oración que tanto se reza por nuestros difuntos, uno es de cristal facetado y plata del siglo XIX donado por su camarera Antonia Sánchez y el otro es del mismo siglo, en plata y piedras naturales de las llamada ojo de tigre, donado por el grupo Mujeres de la Virgen y que lleva una medallita antigua con la letanía “Consuelo de los Afligidos” que tanto se pronuncia estos días.

A modo de cíngulo lleva una lazada realizada con un agremán dorado del siglo XIX donado por Enrique Casellas, al que se le ha colocado en el centro la rosa de pasión del cíngulo del Señor de la Salud, única pieza conservada del Señor tras la quema de San Román.
Los puños son un encaje Duquesa del siglo XIX donados por Francisco Conde en 2019, y el precioso pañuelo es una batista bordada en oro del siglo XIX donación del grupo de Confirmación en 2016, llamativo en su confección y tono, precisamente como decíamos antes, para que nos fijemos en él, en la mano ofrecida de la Virgen, en estos días en los que el dolor y el consuelo son protagonistas.
Completa el exorno el puñal, el broche del Patronazgo de los Donantes de Órganos , y como tenemos por costumbre desde el primer cambio tras el Covid, en la mano del consuelo que es la del pañuelo, porta la medalla de la Virgen de los Desamparados, advocación tan relacionada con los que afrontan la muerte en soledad, y no tienen ni quién rece por ellos, vaya por ellos muy especialmente nuestra oración, para que los arrope bajo su manto, descansen en Paz y brille para ellos la Luz perpetua.










