“DESPRECIADO Y RECHAZADO, COMO VARÓN DE DOLORES”

Continuamos nuestro camino de fe junto a Nuestro Padre Jesús de la Salud en este cuarto día de su quinario. Si los días anteriores hemos tomado las cartas de Pedro o Pablo, hoy nos vamos al Antiguo Testamento, para quedarnos en esta frase del famoso Canto del Siervo que contiene el profeta Isaías en su capítulo 53. Lectura que leemos los cristianos en todo el mundo en los Oficios del Viernes Santo. Es mi lectura preferida de toda la Semana Santa.

Jesús seguro que se sabía de memoria este pasaje de Isaías, lo leería tantas veces que los anuncios de su pasión y muerte parecen como una actualización de ese texto. Tan desfigurado tenía el aspecto que no parecía ni hombre, eso dice el profeta. No puede haber mejor descripción que la de Isaías para la presencia de Jesús aquel día de su muerte. Nuestras imágenes de la Pasión, como la del Señor de la Salud, ponen retrato al texto de la Escritura. Nos conmueve Jesús de tal manera que contemplándole, y leyendo ese capítulo, se repite la historia de nuestra salvación. Experimentamos que Jesús es nuestra Salud, que nadie más nos puede salvar.

No es casualidad ni intuición. Cuando al terminar de proclamar la lectura se dice Palabra de Dios, es la verdad. Sólo el Padre había revelado en este oráculo al profeta Isaías lo que iba a ser la redención de la humanidad. No puede haber más coincidencia entre estas palabras y la pasión, muerte y glorificación de Jesús. » El Señor quiso quebrantarlo, sujetándolo a padecimiento».

Nosotros no lo comprendemos, y esto nos lleva a preguntarnos por qué fue tratado de tal manera. ¿Qué había Él hecho para merecer tal trato? Miremos por un momento a la cruz. Cristo estuvo sobre esa cruz muchas horas, colgado entre el cielo y la tierra, hasta las tres de la tarde. Dios hizo de Su alma una ofrenda por el pecado. Él fue tratado como pecado, porque se nos dice que Él, que no tenía pecado, fue hecho pecado por nosotros.

Aquella cruz se convirtió en un altar, en el que contemplamos al Cordero de Dios quitando el pecado del mundo. Él estaba muriendo por alguien. Él estaba muriendo por ti y por mí, amigo oyente. Verdaderamente el llevó nuestros pecados, aguantó nuestros dolores. En su sangre
derramada está nuestra Salud, sin ninguna duda.

Que Ella, la Madre de todas las Angustias de los hombres y mujeres del mundo, nos ayude a hacer como Ella, conservar todas las cosas en nuestro corazón y dejar a Dios que cumpla su voluntad en nosotros.

Rvdo. Padre.  D. Juan Dobado Fernández OCD

Director Espiritual de la Hermandad

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