En la homilía junto al padre Plácido, continuamos avanzando por nuestro Camino Espiritual que nos llevará a la Pascua de la Resurrección. Un camino que iniciábamos el martes, primer día de quinario pidiendo PERDÓN. Es decir, comenzando a caminar de nuevo, olvidando los rencores, evitando los conflictos… El segundo día sentimos la SED de Dios, el cansancio, el agobio… y buscamos ese agua que calma nuestra sed en la Fuente de Agua viva que es Cristo. El jueves, en la tercera etapa del camino reflexionamos sobre nuestra propia vida, por esos momentos que no sentimos solos que caminamos desde nuestra propia independencia sin mirar que a nuestro lado caminan nuestros hermanos. Una jornada en la que el Padre Plácido nos recordaba que en el Camino de la Vida nunca estamos solos Dios siempre nos acompañan Dios y nuestros hermanos.
Y este viernes, en nuestro cuarto día de este Camino Espiritual llegaba la noche, y como consecuencia de ello, las tinieblas, la oscuridad… el miedo. Sin embargo, Plácido en sus reflexiones y en ese diálogo íntimo con el Señor de la Salud, se encargó de recordarnos que Dios nos habla siempre entre la oscuridad y las tinieblas. Y que en esas noches oscuras del alma siempre encontraremos la luz de Dios, porque precisamente la noche fue testigo de la Resurrección de Cristo.
«Así, cuando llegue la noche en el Camino de nuestra vida, que al menos seamos capaces de ver la luna, que es el reflejo de la luz del sol que eres TÚ, Señor, y que esa luna nos guie por buen camino. Dejemos que la luz de Dios entre en nosotros para sentirnos iluminados y ser un mínimo destello del amor para nuestros hermanos. Qué ojalá nos sintamos iluminados por tu luz para poder iluminar a aquellos que nos rodean. Y que podamos repetir esas frases del poema de San Juan de la Cruz que dicen:
¡Oh, noche que guiaste!
¡Oh, noche Amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste el amado con la amada!»
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